¿Y si Bluesky fuera otro juguete roto del metaverso?

No fue la primera vez que sucedía, pero sí se convirtió en la huida más masiva que se recuerda desde, pongamos, aquella que protagonizó el pueblo judío en tiempos inmemoriales. Exageraciones históricas aparte, sí que es cierto que hubo un día en el que miles de personas decidieron abandonar X, cansados (y cansadas) de que aquello no se pareciera ya nada a su querido Twitter de toda la vida.

Todo era, más o menos, feliz en el universo tuitero hasta que Elon Musk decidió gastarse 44.000 millones de dólares que le sobraban para hacerse con las riendas de una de las redes sociales más relevantes del mundo. No todo era jauja en aquel planeta azul, ni mucho menos, ya que el carácter anónimo de los mensajes juntó en semejante barra de bar imaginaria a lo peor de cada casa. Sin embargo, desde que el millonario sudafricano se convirtió en el mandamás de X, el nombre críptico con el que decidió bautizar nuestro añorado Twitter de siempre, los motivos para abandonar la red se han multiplicado.

Donald Trump y Elon Musk

Descensos inexplicables y poco aleatorios en el número de seguidores, relevancia extra a cuentas y personas de muy determinada ideología política, la de los amigos de Donald Trump básicamente, o experimentos con gaseosa de maneras diversas de monetizar el asunto, han sido algunas de las razones esgrimidas por miles de usuarios que han decidido decir adiós a aquello que inventó Jack Dorsey (quédense con el nombre) allá por 2006 para regocijo de curiosos enfermizos de medio mundo.

Primer éxodo masivo de lo que todavía era Twitter

Nada más llegar Musk al poder tuitero, el primer éxodo fue a Mastodon (quédense también con este otro), pero, en realidad, el asunto fue poco más que un apuntar para no dar. Se puede uno imaginar al billonario de los cohetes espaciales riendo a carcajadas viendo a unos cuantos miles de indignados dejando abandonado al, todavía por entonces, pajarito azul.

Sin embargo, ahora la cosa pudiera parecer que va algo más en serio. Sobre todo, después de que algunos medios de comunicación, The Guardian el más importante a nivel internacional, La Vanguardia, a efectos más locales, decidieran dejar de estar al servicio de las bravuconadas de Musk y huir de la nueva X. El destino no ha sido ahora Mastodon, sino Bluesky, con nombre, sí, de electrodoméstico de bajo coste, pero con una corta aunque ya relevante historia que nace, precisamente, de los orígenes más profundos del mismísimo Twitter.

Bluesky fue fundado por Jack Dorsey (el mismo de antes) en 2019 y él mismo ha sido su líder espiritual hasta el pasado mes de mayo, cuando se decidió a abandonarlo por, literalmente, “estar repitiendo todos los errores de Twitter”. El caso es que la huida, masiva o no, se está produciendo y ya existen los primeros datos que así lo corrobora: en solo un mes, el que curiosamente, o no, ha pasado desde que Donald Trump certificó su regreso a la Casa Blanca, la cantidad de usuarios activos en Bluesky ha crecido un 1.067%, desde apenas 254.000 personas a, aproximadamente, 2,45 millones de usuarios. Nada reseñable, por supuesto, para la billonaria cuenta de resultados de Musk, pero, quién sabe, si una pequeña piedra en los zapatos con los que cubre sus pies de gran hacedor del mundo.

Lantian significa “cielo azul”

Con Dorsey fuera de la compañía, el poder de Bluesky desciende ahora en Lantian “Jay” Graber, nacida en 1991, de madre china y padre suiza. Como dato, anecdótico o no, el concepto chino lantian se podría traducir al castellano como, oh, sorpresa, cielo azul. Todo cuadra, al fin. A Graber la acompañan en el núcleo duro de las decisiones de la compañía una mujer, más joven aún que la CEO, de nombre Kinjal Shah y origen indio, brillante inversora en tecnología con experiencia en criptomonedas y descentralización ya demostrada pese a su teórica inexperiencia. La paridad en la cumbre de Bluesky la conforman Jeremie Miller y Mike Masnick, talentos cibernéticos en el borde de la cincuentena.

Lantian Jay Graber

Es la presencia de la joven Shah la que ha puesto en cierta alerta a los observadores mundiales del comportamiento de las redes sociales, que no han dudado en avisar de que lo que hay detrás del “nuevo Twitter de siempre” es la volatilidad de las criptomonedas. Veremos, por más que lo que veamos ahora parezca una copia de Hacendado del juguetito de Musk, con el color azul y las diversas funciones calcadas. Al menos, nos lo han puesto fácil a los millones que hemos decidido si no emigrar y cerrar la puerta de golpe, sí adquirir una segunda vivienda cibernética.

Viajemos ahora, por un instante, al futuro cercano, que para eso la escritura lo aguanta todo. Situémonos, por un momento, a finales de 2025 e imaginemos qué es lo que ha sucedido con Bluesky. ¿La piedra en el zapato de Musk se habrá transformado en una roca consistente, o el invento habrá pasado a ese museo de los jarrones chinos del cibermundo, poblado ya por mucho de aquello que iba a cambiar el planeta y que ahora ya no pinta nada de nada? El muestrario es, solo teniendo en cuenta los últimos años, extenso. Pasen, pasen y vean esta pequeña selección.

Mastodon

La primera huida hacia delante de los desencantados de Twitter acabó, al menos por ahora, en la nada más absoluta. Aún muchos internautas presumen de su cuenta en Mastodon, pese a que quizá la razón de ser de su eslogan, “Una red social que no está en venta”, solo tenga que ver con que no haya nadie interesado en su compra.  

Periscope

¿Quién no se acuerda, o mejor, quién se acuerda de aquella aplicación que se puso de moda un rato y que permitía transmitir en video en directo? Tuvo sus cinco minutos de gloria allá por 2016 y Twitter, su propietario, acabó firmando su acta de defunción en marzo de 2001.

Clubhouse

Un chat de audio era lo que le faltaba a la comunidad internauta para comunicarse mejor cuando el mundo estaba inmerso en un confinamiento global a causa de una pandemia planetaria. La idea, como tantas otras, era buena; incluso el rendimiento económico de la aplicación fue tan relevante como efímero. Pero duró, pues eso, lo que, como cantaba Sabina cuando aún le funcionaba la voz, dos peces de hielo en un whisky on the rocks. Pelín menos, incluso.

NFT

Hace unos añitos aprendimos qué era un token y que, fuera lo que fuera aquello, era no fungible. Supimos de artistas que vendieron sus obras de arte, únicas y digitales, por auténticas millonadas. Solo meses después llegaron las lágrimas y el crujir de dientes. Es posible que la expresión “estar cogido con pinzas” se inventara mucho antes de que nos intentaran convencer del valor de aquello, pero lo cierto es que le venía de perlas.

Y, por supuesto, el metaverso

Los más optimistas del cibernético mundo continúan albergando cierta esperanza de que el metaverso resurgirá de sus cenizas y que dominará no solo este planeta, sino, sobre todo, ese otro que un día se empeñaron en inventar. El artículo estrella de 2022 fue ese titulado “¿Qué es el metaverso y qué oportunidades ofrece?” Quizá, solo quizá, haya que cambiar el tiempo verbal del titular ahora y reírse, aunque solo sea un poco, de aquellos que compraron propiedades, para entrar a vivir y con mucha luz, allí donde solo su imaginación llegaba.

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