Once es el nombre de la protagonista de esta historia y 5 es el número de la temporada que se estrena este jueves 27 de noviembre del fenómeno global ‘Stranger Things’, la serie que unió a varias generaciones bajo una trama ochentera y melancólica.
Para muchos (incluida aquí una servidora) llega esta semana un momento que llevábamos esperando hace años, aunque para otros, también es el momento más temido. Y es que, esta quinta temporada de la serie de Netflix, es ya la última en cuestión. Algo que para los fans de Hawkins supone el fin de una era.
Una serie que se estrenó en 2016 y que empezó siendo una apuesta arriesgada de la plataforma de streaming, echa el cierre casi diez años más tarde. Un capítulo cerrado de la cultura pop. Avisamos de que esta entrada no es apta para aquellos que no han visto la serie porque va a estar llenita de spoilers. Empezando por remontarnos al gran impacto de las primeras temporadas y por qué esta serie ha tenido tanto tirón con su estrategia.
De un formato inspirado en los libros de Stephen King a un fenómeno global
Era el año 2016 y Netflix lanzó la primera temporada una serie nueva casi como un experimento: era algo parecido a un homenaje a las pelis de Spielberg, a Stephen King, a los suburbios infinitos, a los posters con aerógrafo, al sonido synthwave y a ese terror dulce de los 80 que ya parecía olvidado.
‘Stranger Things’ se presentaba como una serie que se caracterizaba especialmente por mostrarnos en cada plano multitud de guiños o clichés de aquellas producciones cinematográficas que veíamos en nuestra infancia (o la de nuestros padres) como ‘E.T. El Extraterrestre’ o ‘Los Goonies’.
Para aquellos que no vivimos esta época, supone una nueva forma de contemplar secuencias que son capaces de conectar de manera especial con las nuevas generaciones, dado que en la actualidad “el pasado está de moda” y lleva estando de moda desde hace tiempo.
La estrategia de éxito: la nostalgia
Solo basta con echar un vistazo a nuestro alrededor. Películas que volvieron a ser adaptadas en nuevas versiones como ‘It’, de Stephen King, zapatillas clásicas como las Converse All Stars, cámaras analógicas, aplicaciones con efectos de fotografía antigua, recuperación de envases, calcetines blancos con rayas de colores… y multitud de productos que hoy se convierten en los más demandados entre el público.
¿Entonces por qué la serie de ‘Stranger Things’ ha tenido tanto éxito? Porque supuso una “vuelta al pasado” en todos los sentidos, desde la ambientación hasta la forma de narrar, conectando tanto con quienes vivieron los ochenta como con la generación que no, pero que hoy siente fascinación por ellos.
Los hermanos Duffer construyeron Hawkins con una precisión casi arqueológica: bicicletas BMX, walkie-talkies, pósters de E.T. o Tiburón, sintetizadores analógicos, suburbios eternos, pandillas de amigos que son como familia.
Todo bajo un prisma que mezclaba el espíritu de Spielberg, King y Carpenter, influencias principales de la serie. Desde luego una mezcla completamente ganadora para triunfar. Y no solo en Netflix, si no también en la industria de consumo.
El marketing inmersivo y el product placement como nuevas palancas de valor
El marketing de ‘Stranger Things’ no solo ha sido brillante por su capacidad de emocionar, también ha transformado por completo cómo operan las marcas y la industria del entretenimiento.
Una de las claves del éxito industrial de ‘Stranger Things’ es su integración orgánica de marcas en la narrativa. No se trata solo de poner logos, sino de recrear de manera fiel los productos de lo años 80: latas de Coca-Cola New Coke, cámaras Polaroid, electrodomésticos y más aparecen en pantalla como parte de la vida de Hawkins.
Ese “product placement nostálgico” va más allá del cameo: tiene un valor real enorme. Por ejemplo, la tercera temporada de la serie incorpora más de 100 marcas en sus escenas, lo que se traduce en un valor estimado de aproximadamente 15 millones de dólares en efecto publicitario.
Para las marcas, sumarse al universo de ‘Stranger Things’ significaba no solo visibilidad, sino legitimidad emocional: sus productos se convertían en parte del tejido narrativo, en piezas clave de la ambientación ochentera. Para Netflix, esto supone una forma poderosa de monetizar la serie sin depender exclusivamente de suscripciones.
Colaboraciones estratégicas y alianzas de marca
La plataforma de streaming ha firmado acuerdos estratégicos con decenas de marcas para que sus productos se alineen con la estética y la narrativa de ‘Stranger Things’. Marcas como Coca-Cola, Nike, helados Baskin & Robbins… o incluso con cadenas de comida rápida como McDonald’s o Burger King son solo algunas de las empresas que han querido unirse al boom de la serie.
Nike ha sido especialmente clave: sus colecciones inspiradas en los 80 (sneakers, ropa, accesorios) no solo capitalizan la nostalgia, sino que traducen la emoción de la serie en productos reales que la gente quiere usar.
Además, Netflix ha creado activaciones físicas: algunas tiendas Target se han transformado en escenarios inspirados en Hawkins como parte de campañas inmersivas que invitan al fan a “vivir” Stranger Things mientras compra productos oficiales.
El “efecto Stranger Things” en el consumo y en las tendencias de moda
La influencia de la serie se ha dejado sentir de forma muy concreta en la industria de la moda y el consumo. Las ventas de ropa vintage se dispararon: según estudios, se han revalorizado artículos como deportivas ochenteras, camisetas estampadas y prendas tipo chándal.
También ha habido un resurgimiento de productos nostálgicos menos obvios, como las cámaras Polaroid: su demanda aumentó por la estética retro de la serie.
Marcas como Pull&Bear, Lefties, H&M y Primark han lanzado colecciones inspiradas en Hawkins, en las chaquetas varsity, en los colores neón, en la vibra ochentera que ‘Stranger Things’ trajo de vuelta. Este fenómeno demuestra cómo una serie puede influir directamente en el consumo: no es solo contenido para ver, sino una fuente de inspiración para compras reales. Las marcas se subieron a esa ola nostálgica para conectar con un público que no solo ve la serie, sino que quiere vestirla.

