Julián Maeso debe ser, sin exagerar en demasía, el artista con más talento que ha salido de Toledo desde que El Greco murió allí en 1614. Hipérboles al margen, que levante la mano quien sepa algo de Maeso. Nadie, ¿verdad? Quizá alguna despistada allí al fondo, a la que le suenan de lejos The Sunday Drivers. Pues sí, en algunos discos del grupo que lideraba hace casi dos décadas otro toledano sin par, Jero Romero, aparecían las vibrantes teclas del barbudo Maeso.
Pocos en España, y aquí sí que no hay ningún rastro de exageración, dominan como Julián Maeso todo lo que suene a música americana. Poseedor de una impagable colección de teclados, su dominio de todos ellos, especialmente del inmortal Hammond, le convierten en músico legendario, aunque solo lo conozcan (conozcamos) unos pocos privilegiados.

Hace solo dos meses presentó en directo su nuevo disco, Healing Gang, un absoluto primor, una auténtica obra maestra de la música de raíces negras, donde el blues y el soul se entremezclan para dar lugar a una joya indiscutible de la música de todos los tiempos y de todos los lugares.
Búsquenla, si quieren, en Spotify. Ah, no, que no está. Maeso no está de acuerdo con el sistema de las plataformas digitales por ser “completamente injusto” con el músico y vende, además de los tradicionales CD y vinilo, la descarga de las canciones de su monumental Healing Gang a través de su página web.
No perderíamos demasiado dinero si apostáramos a que el sentimiento que tiene Julián Maeso con las plataformas de streaming es compartido por el 95% de los músicos españoles. No piensen, no, por favor, en Bisbales, Rosalías, Tanganas, Carrascos o Aitanas, que esos (y esas) tienen otras cositas en qué pensar. Háganlo en la clase media-baja-bajísima de la música patria; gente, en general, con talento a raudales, que trabaja de teleoperador/diseñadora gráfica/bibliotecario para, tras horas de ensayo, poder dar rienda suelta a su verdadera pasión y, lo más importante, emocionar a cientos, miles en el mejor de los casos, de fieles (y fielas) irredentos.
“Pagan una miseria a los creadores de música y cada día suena peor. No quiero dar mi dinero a algo en lo que no creo en absoluto”. Así empezaba su alegato anti-Spotify en redes sociales Manuel Cabezalí, líder del grupo Havalina y productor, junto a Víctor Cabezuelo (siguen sin conocer ningún nombre de estos, ¿verdad?), de algunos de los mejores discos hechos aquí cerquita en los últimos años.
El propio Cabezuelo, cantante y compositor de Rufus T Firefly, sin discusión, uno de los grupos más brillantes de la última década, levantó la voz en 2020, cuando aún nos rodeaban mascarillas, geles hidrológicos y aplausos espontáneos desde los balcones. “Sería increíble que todos los artistas nos uniéramos para no subir los discos en streaming hasta que haya pasado un año desde su estreno o algo así”, escribió en X cuando aún se llamaba Twitter y no estaba lleno de bots de ultraderecha.
80 euros al mes por 8 millones de reproducciones
Para justificar semejante frase, Cabezuelo exponía las vergonzosas cifras que ‘Magnolia’ (el mejor disco nacional de 2017), había dejado a cada uno de los cinco componentes que, en aquel momento, formaban el grupo de Aranjuez. Con ¡8 millones! de reproducciones, 80 euros al mes por cabeza. “Y somos un grupo muy afortunado”, añadía.
Los discos (maravillosos) de Rufus T Firefly están en Spotify, aunque el grupo de Cabezuelo lucha con originalidad para aminorar, en la medida de lo posible, la feroz dictadura del algoritmo. Hace cinco años, ofrecieron un concierto en Madrid, en el que tocaron únicamente las canciones de su soulero ‘El largo mañana’, un precioso disco del que la audiencia aún solo conocía un par de canciones. El resto, novedad absoluta. Ahora, con el monumental ‘Todas las cosas buenas’, han hecho el pino-puente con lo nunca visto: un concierto, también prácticamente inédito, con auriculares. Así, como lo oyen. Todo, para preservar lo máximo posible el secreto de lo original y lo artesano. Ovación cerrada para ellos.
El muestrario de artistas que se rebelan, con acción y por omisión, de lo que manda Spotify en el mundo actual de la música podría dar para llenar todo Internet, pero como ejemplos, muy bien vienen todos los anteriores. Pero ¿cuánto cobran los músicos de la empresa sueca que revolucionó el panorama de la música en las últimas dos décadas? Una cifra orientativa, porque varía mucho en función de demasiados condicionantes, oscilaría entre los 0,003 y los 0,005 dólares por cada escucha. Pero, claro, y aquí empezamos con los requisitos, siempre que la canción en cuestión haya acumulado un umbral de, al menos, 1.000 reproducciones en los últimos 12 meses. Por no hablar, por supuesto, de que una pieza que no haya superado los 30 segundos de escucha, ni es pieza, ni canción, ni nada para Spotify.
Hagan, hagan, una sencillísima regla de tres y asistirán a vergonzantes ganancias económicas como esa de la que hablaba Víctor Cabezuelo hace más de cinco años. Porque, además, el panorama no ha cambiado prácticamente nada en este último lustro y, si acaso, lo ha hecho en contra de los artistas, con menor desembolso económico para ellos. Como buen reflejo del resto de la sociedad, los ricos son cada vez más ricos y los pobres, pues ya saben.
No solo de Spotify no vive la clase media-baja-bajísima de la música española, sino tampoco de la mayoría de sus competidores, Apple Music, Amazon Music o Tencent, entre ellos, a los que la compañía sueca sigue dominando con puño de hierro.
Spotify cuenta, en la actualidad, con más de 670 millones de usuarios activos mensuales en todo el mundo, frente a los 98,2 millones de su principal competidor, Apple Music. De ellos, casi 265 millones correspondían a suscriptores Premium, que son, precisamente, el origen de la mayor parte de sus ingresos. En concreto, alrededor de 13.820 millones de euros del total percibido por la multinacional europea procedieron de las cuentas premium en 2024.
Pero es que ni siquiera con el mínimo que se paga a los músicos, el asunto es negocio para Spotify. La compañía sueca que lo cambió todo no obtuvo ganancias hasta el año pasado, cuando cerró el ejercicio con beneficios de más de 1.140 millones de euros, aunque en ese balance positivo mucho tuvo que ver el despido de casi 1.500 trabajadores de sus oficinas.
Sr. Chinarro recomienda Tidal
«A la gente le importa un pimiento lo que ganen los músicos, parece que está esperando a que haga las canciones la Inteligencia Artificial. Y los grandes nunca van a salir de Spotify, porque sus discográficas con las dueñas de Spotify; están en su casa». Son palabras a la revista Efe Eme de Antonio Luque, uno de los versos más libres del panorama musical patrio, que receta estupendos discos cada dos por tres bajo la denominación de Sr. Chinarro. «¿Tú vas al margen? Pues toma margen. Te meten una patada y te mandan más lejos todavía», denuncia, sin un solo gramo de esperanza, Luque, cuyas canciones están colgadas en Spotify, pero que solo recomienda consumir en Tidal, compañía de streaming noruega que parece, solo parece, que paga algo más a los artistas.